El albur es un ajedrez mental.

Un ingenioso juego de palabras, tal como lo definen muchos. Son alusiones eróticas envueltas de un lenguaje de doble sentido.

El albur va con el mexicano a donde éste va, dejando huella en todos los ámbitos de su quehacer cotidiano, pues hasta nuestro presidente de la República piensa en el albur antes de echarse su mañanera, y eso de que muchos piensan que ya no paragüas.

Hay albures entre políticos, entre empresarios, entre funcionarios de los tres niveles de gobierno, entre legisladores o jueces, entre religiosos o feligreses, porque no hay quien no se haya echado un albur antes de ir al cielo.

El albur es también el lenguaje cotidiano del diablo. Tanto le gusta el albur al diablo que en el extranjero piensan, que por su forma de hablar es mexicano.

El albur es como un cuchillito de palo que agarras, no corta, pero como jode.

Nadie sabe el albur que tiene hasta que lo vomita.

Por tanto, un chiste no debe confundirse con un sarcasmo, lo mismo que un albur con un chiste. De lo contrario todo lo que se dice con doble sentido no tendría ningún albur.

Recuerda, albur que no haz de coger, déjalo correr.

En la política, no hay gato viejo que no le guste ratón con albur tierno.

Hay albures del Derecho, del izquierdo y del recto.

No soy legislador para decirles que el derecho es poesía, pero hablándoles derecho, yo vengo arrimándoselos todo mi albur en este inolvidable día.

El derecho es el condón que el político utiliza para fornicar al pueblo; y así como dice Mario Delgado Carrillo: en tiempos de elecciones agarren todo lo que les dan los partidos de la oposición, pero no suelten el chiquito.

Los albures leguleyos no son más que una esgrima mental de la semántica cotidiana de los abogados, legisladores o jueces que saben del buen humor. Aunque estoy convencido que el Derecho mexicano no se endereza ni porque le den una sobredosis de viagra, pero hay que hacer el intento, por lo que propongo que antes de cada sesión hay que darles a los legisladores una de estas pastillas para que sus leyes salgan erectas; aunque, por otro lado, están los jueces que son corruptos y que tratan de buscarles cinco pies a los gatos o chichis a las gallinas.

Un libro de sarcasmos, chistes o albures, tal vez no sea tan necesario en la escuela, pero si indispensable para nuestra formación extraescolar, porque con el se aprende la práctica de muchas cosas que no nos enseñaron en las aulas.

Además, de que nos sirve para guiar de la mano a los que nunca o muy poco fueron a la escuela, por falta de algunas oportunidades. A mis lectores con seguridad podrán seguirles diciendo burros, tal vez porque su miembro lo tenga largo, pero no por que sean tontos.

Los politiqueros y leguleyos albures maíz-xi-canos son aptos para primerizos o amantes encallados del Derecho y la Política.

Cuando el lector le encanta lo que lee, significa que el autor y el lector están metidos en la misma página y así comienzan a cogerse cariño.

Por último, no olvides amigos lectores que entre sus apuros judiciales o en sus jurídicos afanes, deben acudir en pleno juicio, a los albures y a lo refranes. Sin olvidar tampoco, que la risa es el mejor remedio para todas las enfermedades y el sol que ahuyenta el invierno en el rostro humano.


Atentamente
El Autor

- Político que le gusta la reversa siempre anda reculando.


- El político es el que la caga y manda al pueblo que lo limpie.


- Cuando los consejos de la oposición sepan a chela…. Entonces si los cogería para tomarlos en cuenta.


- Donde manda hormona, no gobierna neurona.


- Un buen gobernante es un buen chaquetero mental y cotidiano.


-Un jefe no puede tener la conciencia limpia, cuando ante su secretaria tiene los deseos sucios.


- La secretaria es la tentación de lo que todo jefe no puede resistir.


- Político que le gusta la reversa siempre anda reculando.


- De un palo político nace un legislador.


Parafraseando a Sor Juana Inés de la Cruz:

Como empleada del Poder Judicial… no te des a las congojas, aunque tu chamba ande mal, tu no aflojes el tamal, aunque el ministro te jale las hojas.
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